viernes, 12 de febrero de 2010

¿COLOMBIA UN CONCORDATO ESPIRITUAL DE PAZ?

Con una frase redactada por la subdirectora de justicia Jineth Bedoya Lima al periódico El Tiempo el dia 13 de Febrero 2010, Monseñor Salazar dejó claro que la iglesia no hablará de temas políticos ni jurídicos con las bandas delincuenciales en Medellín, pero que seguirá un “dialogo pastoral” sin el aval del gobierno, alli dice; “como pastores tenemos la obligación de hablar con todos, especialmente siguiendo el evangelio que nos invita a traer al redil las ovejas perdidas” por que la mafia regional está sucumbiendo los diálogos de paz en Colombia, pues entiende que, “para dar paso a estos asuntos deberá tener el permiso del presidente Álvaro Uribe”.

En la larga historia nacional, las márgenes entre el estado y las políticas eclesiásticas en Colombia han establecido una estrecha distancia que podría situarse en un contexto relativo con respecto a las problemáticas y las nuevas concepciones de la llamada nueva era.

En relación al concordato trasformado en la constitución de 1991 y concretado mas adelante por el ente gubernamental, deja claro que el individuo-ciudadano es la sustancia o elemento que sienta las bases en una sociedad, sin embargo las dos como fuente de organización tergiversan acciones en cuanto a construcción de doctrinas se trata. La logía moderna de la edificación pastoral trasciende los límites del pensamiento humano, haciendo que los sistemas culturales y económicos produzcan novedosos cambios en torno a la persepcion reigiosas de comun (comunidad) haciendo que maximice la subjetividad su estructura apartando los modos de pensar en otros cultos. En base a esto no solo la política recrea escenarios católicos, sin no que los nuevos proyectos doctrínales creen instituciones organizadas apartadas del concepto real eclesiástico generando así intolerancia en las sociedades.

Las actitudes católicas quienes excluyentes otros credos y modos de pensar, vibran al son de un ritmo social estatal, hacia unas políticas legislativas y judiciales y permite que conceptos como el narcótico y la nocidad sean personificadas en las acciones de los incomprendidos. Esta nueva era concebida como un “partido espiritual” trasciende y tiende a convertirse en benefactor de una (ideología social de derechos) en donde la constitución no sirve sino para soportar el peso de unas gafas oligarcas de poco aumento en la visión humana.

Atrapar bajo las teologías espirituales se ha convertido en una bola de nivel para acrecentar el humo de una cortina política, que bajo el telón rojo de los medios cubre la visión de las verdades educativas, científicas, públicas y el más difícil la jugada de la verdad ética.



Dianna Pardo
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